domingo, 21 de noviembre de 2010

LA HORMIGUITA DIFERENTE.

Había una vez una aldea de hormigas que vivía entre unas macetas en el jardín de una casa de campo. Como todas las hormigas, estaban perfectamente organizadas, tenían sus clases sociales, y trabajaban muy duro todos los días. Almacenaban comida para el duro invierno que pronto llegaría.
Una mañana soleada de otoño, cuando las hojas caían sin tregua, apareció en la aldea una hormiguita que parecía agotada, sucia, y esque venía de muy muy lejos. Llevaba casi un año viajando, porque salió de su país en busca de un sitio donde formar un hogar y poder empezar una nueva vida. Venía de un lugar donde las altas temperaturas y la falta de lluvias habían acabado con toda esperanza de poder alimentarse. Así que sin pensárselo dos veces se plantó en este nuevo país y fue a parar a la aldea de las cuatro macetas.
A pesar de su estado ninguna hormiga se paró a ayudarla, muchas de ellas ni la vieron, alguna echaba un vistazo de reojo, peo nada.
Resulta que en la casa de este jardín vivía un niño al que le encantaba levantar las macetas y observar a las hormigas, ayudarlas con hojas o pajitas, darles de comer.... Y qué suerte que en ese momento el niño salió a jugar y se le cayó una galleta justo donde la hormiga extranjera se había apartado a descansar.
Desde ese momento todos los días fueron iguales, todas las hormigas trabajaban de sol a sol sin parar, no rompían su formación por nada, y por la noche se recogían a descansar. Mientras, la hormiga extranjera intentaba integrarse, pero todas la ignoraban, no la atacaban ni se metían con ella, simplemente no la veían, era invisible por ser diferente a ellas.
Y esta hormiguita tuvo la suerte de ir a parar a un lugar donde un niño les daba de comer a todas, a ella también. Porque el niño no la veía como una extranjera, las veía a todas iguales.

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